En
el inicio de un nuevo año, se nos invita
a reconocer a Cristo y todo lo que ha desencadenado su entrada en el mundo para, con los pastores,
dar gloria y alabanza a Dios por todo lo que hemos visto y oído.
La Virgen conserva el asombro ante todo lo que
sucede guardándolo en su corazón. Ella, que oyó
cómo Jesús, que era Dios, la llamaba “mamá”, nos enseña a llamar Padre a
Dios porque en su hijo somos criaturas nuevas.
En
la jornada de oración por la paz, reconocemos a Cristo como el Príncipe de la
paz que ha venido a este mundo tan sacudido por la violencia, para reconciliar a los hombres con Dios.
(Fuente:
revista Magnificat)