lunes, 30 de septiembre de 2013
El arte de la corrección. Hebreos 12, 5-13
Hebreos 12, 5
5. Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se
os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes
al ser reprendido por él.
6. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los
hijos que acoge.
7. Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios,
y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige?
8. Mas si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben,
señal de que sois bastardos y no hijos .
9. Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos
corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los
espíritus para vivir?
10. ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco
tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su
santidad.
11. Cierto que ninguna corrección es de momento agradable,
sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en
ella.
12. Por tanto, levantad las manos caídas y las rodillas
entumecidas
13. y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para
que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.
sábado, 28 de septiembre de 2013
viernes, 27 de septiembre de 2013
De cuando realizamos nuestra particular justicia en la tierra.
XXVI ORDINARIO C: Lucas 16, 19-31
Mediante la parábola de Lázaro y el rico banqueteador, Jesús envía un mensaje estremecedor: la justicia final no es una simple compensación a nuestra situación presente; sino que está más relacionada con el uso que hacemos de nuestra libertad.
El rico, absolutamente insensible a las necesidades del prójimo, ya había realizado su particular justicia en la tierra.
En el sombrío final de la parábola, Jesús describe así una realidad comprobable: si ante el dolor y la miseria permanecemos impasibles y hacemos caso omiso de las Sagradas Escrituras, es que nuestro corazón está muerto. Y, por lo tanto, no hay remedio.
Fuente: Taco-calendario del Corazón de Jesús; revista Magnificat.
Mediante la parábola de Lázaro y el rico banqueteador, Jesús envía un mensaje estremecedor: la justicia final no es una simple compensación a nuestra situación presente; sino que está más relacionada con el uso que hacemos de nuestra libertad.
El rico, absolutamente insensible a las necesidades del prójimo, ya había realizado su particular justicia en la tierra.
En el sombrío final de la parábola, Jesús describe así una realidad comprobable: si ante el dolor y la miseria permanecemos impasibles y hacemos caso omiso de las Sagradas Escrituras, es que nuestro corazón está muerto. Y, por lo tanto, no hay remedio.
Fuente: Taco-calendario del Corazón de Jesús; revista Magnificat.
sábado, 21 de septiembre de 2013
viernes, 20 de septiembre de 2013
DE PARDILLOS Y SEGUIDORES DE JESÚS
XXV Domingo
Ordinario C (Lc 16, 1-13)
En
el pasaje de la parábola del administrador injusto, Jesús no alaba su
corrupción sino su astucia.
Dios nos ha
constituido a todos en administradores
de sus bienes con los dones que nos ha dado a cada uno, y que van mucho
más allá de los bienes materiales. Su deseo es que los empleemos en bien de los
demás, siendo ese también nuestro bien.
Debemos
ser listos, pero llevando una vida al estilo de Jesús. Porque de eso
depende la fe de muchos: “que al ver vuestras buenas obras reconozcan a vuestro
Padre de los cielos".
Fuente: Taco-calendario
del Corazón de Jesús. Revista Magnificat.
domingo, 15 de septiembre de 2013
viernes, 13 de septiembre de 2013
EL PADRE MISERICORDIOSO Y LOS HIJOS DESAGRADECIDOS
XXIV Ordinario ciclo C . Lucas 15, 1-32.
La parábola "del padre misericordioso", o de los "hijos desagradecidos", son tal vez nombres que mejor se ajustan al mensaje de la conocida como parábola del "hijo pródigo".
De dos graves peligros se nos advierte: de un lado, pensar que podemos ganar el cielo o alcanzar la perfección por nuestros propios medios, a fuerza de legalismo y rigidez; de otro, creer que, como Dios es tan misericordioso, no hay que preocuparse por nada ni esforzarse en nada ya que Dios cuida de perdonarnos todo.
Siempre hemos de tener la humildad de reconocer nuestros pecados y confiar en el amor de Dios.
Fuente: "Sembrando la Palabra" (Monseñor Sebastián).
La parábola "del padre misericordioso", o de los "hijos desagradecidos", son tal vez nombres que mejor se ajustan al mensaje de la conocida como parábola del "hijo pródigo".
De dos graves peligros se nos advierte: de un lado, pensar que podemos ganar el cielo o alcanzar la perfección por nuestros propios medios, a fuerza de legalismo y rigidez; de otro, creer que, como Dios es tan misericordioso, no hay que preocuparse por nada ni esforzarse en nada ya que Dios cuida de perdonarnos todo.
Siempre hemos de tener la humildad de reconocer nuestros pecados y confiar en el amor de Dios.
Fuente: "Sembrando la Palabra" (Monseñor Sebastián).
jueves, 12 de septiembre de 2013
SANTA LUISA DE MARILLAC EN PORTADA
Esta semana, el semanario diocesano La Verdad, dedica su portada y un interesante reportaje interior a la figura de Santa Luisa de Marillac.
miércoles, 11 de septiembre de 2013
lunes, 9 de septiembre de 2013
martes, 3 de septiembre de 2013
SABIDURÍA QUE SALVA, IGNORANCIA QUE DESTRUYE
XXIII Domingo ordinario, ciclo C. Lc 14, 25-33
El seguimiento de Jesús es humildad, confianza en Dios,
amor sincero. Este amor que significa hacer de sí mismo un don sin provecho propio, es la vía de la salvación.
La identidad del ser humano es la Cruz, por medio de ella llegó la salvación. Evitar la cruz significa evitar la salvación. Jesús nos invita a tomar una decisión de manera reflexiva, no dejándonos llevar por un entusiasmo pasajero.
La sabiduría de los humildes es salvadora. La ignorancia de los orgullosos nos destruye.
Fuente: “Sembrando la Palabra” (Mons. Sebastián); revista Magnificat.
El seguimiento de Jesús es humildad, confianza en Dios,
amor sincero. Este amor que significa hacer de sí mismo un don sin provecho propio, es la vía de la salvación.
La identidad del ser humano es la Cruz, por medio de ella llegó la salvación. Evitar la cruz significa evitar la salvación. Jesús nos invita a tomar una decisión de manera reflexiva, no dejándonos llevar por un entusiasmo pasajero.
La sabiduría de los humildes es salvadora. La ignorancia de los orgullosos nos destruye.
Fuente: “Sembrando la Palabra” (Mons. Sebastián); revista Magnificat.
domingo, 1 de septiembre de 2013
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