Las correcciones, cuando son de verdad ejercicio de caridad y no del mal humor o del menosprecio del prójimo, tienen que hacerse de forma discreta, sin herir al corregido, buscando su corrección y no la exhibición o la victoria de quien corrige.
La corrección fraterna, para ser verdadera y eficaz, tiene que desarrollarse como un acto de amor, sincero y respetuoso.
(Fuente: “Sembrando la Palabra” Fernando –cardenal- Sebastián)
No hay comentarios:
Publicar un comentario