En la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, recordamos el pasaje del Magníficat en el que descubrimos la necesidad de ser arrastrados por el mismo entusiasmo que embarga a María y que transmite a los demás con su presencia.
Nutrida totalmente de Dios, caminó con prisa a la montaña, transportada de alegría; y ahora, gozosa, nos ayuda desde el cielo para que nosotros realicemos ese mismo camino sin miedo y seguros del amor de Dios que nunca defrauda.
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