Jesús que es Dios, es presentado ante su padre del cielo como verdadero hombre. A este gesto responde el Padre mostrándolo como el Mesías esperado, al anciano Simeón y a la profetisa Ana; las dos únicas personas que en todo el Templo lo reconocen como tal.
El ejemplo de Simeón y Ana es el de quien tras esperarlo con paciencia y humildad, se le concede el don del encuentro con Jesucristo, luz que ilumina a las naciones y a cada uno de nosotros.
Igualmente este es un día en el que se nos invita a orar y dar gracias por todas las personas consagradas tanto de vida activa como contemplativa.
Fuente: Revista Magnificat.
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