XXXII Domingo del
Tiempo Ordinario C (Lucas 20, 27-38)
Cómo puede resucitar el
cuerpo sobrepasa nuestra imaginación, pero es algo que sabemos por la fe y que
tiene su fundamento en el hecho de que Jesús venció a la muerte y resucitó. La
pregunta de los saduceos se mueve en el horizonte de que solo lo material es
real y que, por lo tanto, la realización del hombre debe darse en ese
horizonte. Si llegaran a imaginar una resurrección, no sería sino un retornar a
un mundo semejante a este, en el que las satisfacciones y alegrías serían
parecidas a las que ahora podemos gozar.
Jesús señala, sin
embargo, que la vida resucitada es distinta a esta, en cuanto que ya no está
sujeta a los límites que ahora experimentamos. Es una vida en la plenitud del
amor de Dios, en la que todo queda transformado. Esa verdad no minusvalora el
mundo actual, sino que ayuda a comprender mejor su sentido. Estamos llamados a
la resurrección, comprendemos que lo más importante es buscar esa plenitud que
nuestro corazón anhela y que solo encontramos en Jesucristo. A la luz de la
resurrección de la carne, la vida que ahora tenemos queda valorizada. Ni el
cuerpo es un amo terrible que nos amenaza con sus exigencias ni tampoco un
objeto de consumo. Jesucristo ha vencido la muerte y así nos ha abierto un
camino hacia la vida eterna.
(Fuente: David Amado Fernández, revista
Magníficat)
Lecturas de la Misa de este Domingo.
This Sunday´s
Holy Mass Readings
No hay comentarios:
Publicar un comentario