Decimos que el Espíritu Santo es el “gran desconocido”.
Lo es no sólo por descuido o desinterés nuestro, sino porque pertenece a su personalidad ser desconocido.
Nunca habla de sí mismo, sino que nos pone en relación con la persona del Padre y con la de Jesús. Él se desvanece para que ellos pasen a ocupar el primer plano de nuestra oración.
Con todo, si hay algo de lo que tiene necesidad la Iglesia de hoy, es del Espíritu Santo. Por tanto no nos cansemos nunca decirle: ¡Ven!
Fuente: Taco-Calendario del Corazón de Jesús.
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