Nuestro itinerario cuaresmal está hecho de desiertos y montes, de tentaciones y chispazos de gloria. El Señor conoce nuestros desánimos, la incertidumbre y malestar que nos causa caminar en la niebla de nuestra tibieza personal y comunitaria.
En su amor quiere sanar nuestra desesperanza mostrándonos su identidad.
No obstante, toda la gloria y la luz que vemos en el Hijo, no debe quedarse en asombro y estupor; sino en gozo que anima a escucharle , a obedecerle, a seguirle hasta Jerusalén.
(Fuente: Mikel Garciandía - Semanario La Verdad)
No hay comentarios:
Publicar un comentario