Jesús toma la ceguera de un ciego de nacimiento “para que se manifiesten en él las obras de Dios”.
Todos conocemos ciegos que lo son sólo de los ojos; no obstante, en el evangelio de hoy contemplamos cegueras más terribles y resistentes a la sanación: ceguera de corazón, de convicciones, de voluntad, de conciencia, de sensibilidad, de creencias…
Que en esta cuaresma aprendamos a no caer en el viejo pecado fariseo: decir que vemos, cuando vivimos de espaldas a la filiación de Dios y a la fraternidad entrañable de Cristo.
(Fuente: Mikel Garciandía - Semanario La Verdad)
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