¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si malogra su vida?. La frase del Evangelio que con tanta insistencia repetía san Ignacio a san Francisco Javier en París, nos lleva al diálogo de Jesús con un Pedro que no le comprende. Confiesa a Jesús desde la fe pero, ante la idea de la cruz, actúa desde el arrebato ciego de un amor sentimental. Su fe, como la nuestra, necesitaba ser educada.
(Fuente: revista Magníficat)
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