XIX
Ordinario C (Lc 12, 32-48)
Lo
propio de un cristiano es estar
vigilante cada día, cada hora y estar dispuesto a la perfección según la
voluntad de Dios. Dicha vigilancia no es simplemente estar atento a los
peligros, sino algo que está íntimamente ligado a la fe, y ésta a la fidelidad
continua.
La
vida cristiana hay que vivirla desde el
final, como preparación de algo que
viene, de algo grande y bueno que
estamos deseando y esperando.
“ Donde está vuestro tesoro allí estará
también vuestro corazón”
*Fuentes: Revista
Magnificat; “La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia” (Editorial
Ciudad Nueva); “Sembrando la Palabra” (Mons. Sebastián)
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