XX Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A (Mateo 15, 21-28)
Incluso entre nuestras oraciones
rutinarias y superficiales se filtran peticiones verdaderas y urgentes, como la
madre cananea del evangelio de hoy, pidiendo por su hija aquejada de un mal. Se
trata de una escena que nos muestra que ni Dios actúa por automatismos, ni
nosotros podemos pretender de él otra relación que la que nos ofrece: vivir
como hijos, hablar como amigos. Así podemos entender que esta mujer cananea de
gran fe, reconociéndose como «perrito», señaló su derecho a la cercanía del
Señor y a participar de las «migajas» que caen de la mesa. Tremendo el camino
por el que el Señor la ha conducido a las honduras de su Corazón y la ha
introducido en su misericordia. Sorprendente es también la humildad de aquella
mujer que no solo alcanzó la curación de su hija, sino que forzó un anticipo
del don de Dios a los pueblos gentiles. Lo hizo dejándose herir en la oración,
es decir, uniéndose al Corazón de Cristo en el que su amor nos hiere y nos
sana, nos purifica y nos eleva, nos sacia y nos hace instrumentos de su bondad.
(Fuente: David Amado Fernández, revista Magníficat)
https://lecturasmisa.wordpress.com/l-i-a-tpo-ordinario-20-26/#_DOMINGO_20
http://www.usccb.org/bible/readings/082023.cfm
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