Interesante entrevista de Sonsoles Echavarren a Manuel Martín Carrasco, publicada en DIARIO DE NAVARRA el pasado 8 de enero.
Un hombre mayor y algo grueso descansa en una silla con la cabeza perforada. Mientras, un falso médico con un embudo a modo de sombrero le extrae lo que él cree que es una piedra y que en realidad brota como una flor. Un cura y una monja contemplan la escena con expectación. Esta réplica del cuadro ‘La extracción de la piedra de la locura’ observa al paciente, quien lo escrutina absorto al tiempo que desgrana los síntomas de su depresión, esquizofrenia o trastorno obsesivo compulsivo. Y así, su mirada rebota, como una pelota de tenis, entre el óleo del pintor holandés El Bosco (1500) y la mirada del psiquiatra Manuel Martín Carrasco. “Lo pintó mi suegro, que era una gran copista (el original está en el Museo del Prado) y me lo regaló para la consulta”, relata orgulloso este especialista, director médico de las clínicas psiquiátricas de las Hermanas Hospitalarias en Navarra (Padre Menni en Pamplona y Benito Menni, en Elizondo) y que ha sido elegido como presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. Una entidad que agrupa a 1.600 especialistas que trabajan en España y a algunos españoles que lo hacen en el extranjero. ¿Su objetivo? No resulta tan lejano al grabado satírico y burlesco del Bosco (cuando se creía, según una práctica medieval, que la locura del hombre radicaba en una piedra que había que extraer de su cabeza). “Nosotros defendemos la profesión y queremos quitar el estigma negativo que recae sobre la salud mental. Porque los trastornos graves son enfermedades igual que las físicas y que, por lo tanto, deben ser tratadas en el sistema nacional de salud”. Manuel Martín Carrasco (Isla Cristina, Huelva, 1960) estudió Medicina en la Universidad de Navarra y se especializó en Psiquiatría. Casado con la también psiquiatra Ana Sala, son padres de dos hijos, Rocío y Manuel, que no han seguido sus pasos y se han decantado por el Derecho, la Economía y la Filosofía.
Hace dos años, cuando fue elegido vicepresidente de esta sociedad, hablamos sobre la salud mental en plena pandemia. Pasado el tiempo, ¿qué diagnóstico tenemos? ¿Se ha mejorado?
Una situación de catástrofe, como fue la pandemia, no es un evento único. Se puede comparar a una piedra que se tira en el agua y provoca ondas concéntricas. Aunque la piedra (la pandemia) ya no se vea, las ondas siguen ahí, extendiéndose.
¿Y cuál ha sido su expansión?
Ha habido distintos grados. El primer escalón fue el de las personas afectadas directamente por la pandemia (que enfermaron gravemente, perdieron familiares...) En el segundo, las consecuencias que el confinamiento trajo a los jóvenes y que todavía siguen sufriendo (más estrés, ansiedad, depresión...) Y en tercer lugar, estuvieron las personas que ya tenían trastornos graves de salud mental, que no recibieron la atención adecuada, o los que debutaban entonces y que en algunos casos no fueron diagnosticados correctamente.
Pero, ¿qué ocurre con el resto de la población? La gente que estaba bien pero que, a raíz de la pandemia, ha desarrollado malestares emocionales...
Está claro que ha ocurrido. El estado emocional general es peor y están apareciendo muchos más casos, sobre todo, de ansiedad y depresión. Pero, hay que tener en cuenta que es más fácil que aparezcan en personas con predisposición genética o que consuman alcohol u otras sustancias.
Jóvenes e intentos de suicidio
Son muchos los estudios que concluyen que los jóvenes están más ansiosos y deprimidos que antes de la pandemia y que los intentos de suicidio, según los especialistas de guardia, han crecido exponencialmente. ¿Qué ha ocurrido con ellos?
Existen varias hipótesis. Una habla de que el confinamiento les afectó más porque estaban en una edad de salir y de tener contacto social. También hay quien se refiere al ‘efecto cohorte’, una situación generacional. Como ocurrió, por ejemplo, con la gente que vivió la Guerra Civil y que durante años arrastró diversos trastornos de estrés postraumático ocasionados por la contienda. Pero también existen varias preguntas que revolotean en el aire: ¿Quizá los jóvenes se han visto más afectados porque ya tenían una vulnerabilidad previa? ¿Porque, si han estado más solos, han buscado sus referentes en las redes sociales? ¿Porque han estado muy protegidos y no toleran la frustración? Parece que sus referencias vitales no están muy claras.
Ese es el diagnóstico. ¿Y el tratamiento?
Es que la adolescencia no llega de golpe y todo lo que se ha ido formando a largo de la vida (reconocer la emociones, el equilibrio, la reflexión...) eclosionan en esa edad. Los jóvenes se sienten inseguros y los padres debemos darles seguridad, ayudándoles y alentando sus decisiones.
De acuerdo pero, ¿en qué casos deberíamos estar atentos? ¿Cuáles son los signos de alerta que no debemos ignorar?
Las autolesiones en el cuerpo (aunque hay que tener en cuenta que también presentan un efecto de moda importante). Que los adolescentes estén tristes y ansiosos, que no puedan dormir por padecer insomnio, que manifiesten un grado de sufrimiento muy elevado, que estas vivencias afecten a su relación con familia y amigos (no se relacionan, no quieren salir de casa...) En todos esos casos, hay que preocuparse y pedir ayuda a un profesional de salud mental.
Otro capítulo al margen de los jóvenes y que también ha empeorado con y tras la pandemia es el de las personas con TOC (trastornos obsesivos compulsivos). Sobre todo, en lo relativo con la higiene...
En este caso, lo que ha ocurrido es que han confluido la predisposición genética con una situación que lo ha provocado (el virus y todas las órdenes que estábamos recibiendo sobre la higiene en el entorno social). Aunque ya haya pasado la pandemia, muchas personas siguen obsesionadas con las mascarillas, el lavado de manos, la higiene... Son más vulnerables. Pero, en el capítulo de fobias, también hay quienes mejoraron con la pandemia.
¿Sí? ¿Qué personas?
Las que tenían fobia social y no querían salir de casa. Es lo que se llama el ‘Síndrome de la cabaña’, el no querer ir la exterior.
Hemos hablado de los jóvenes pero ¿qué pasa con los mayores? ¿En qué situación están ahora, tras el miedo inicial?
Han demostrado ser más resilientes, quizá por la vida más dura que han llevado. Lo que no significa que no hayan sido vulnerables. Y aquí hay que diferenciar a los mayores que siempre habían vivido solos y no les pesaba tanto la soledad y a los que se vieron forzados a ella. También han sufrido mucho todos aquellos que comenzaron a desarrollar las fases iniciales de un deterioro cognitivo al comienzo de la pandemia, como el Alzheimer. Empeoraron.
Eliminar el estigma
De todo lo hablado se deduce que han aumentado los malestares emocionales entre la población. ¿Pero qué ocurre con las personas que ya tenían o han debutado con un trastorno mental grave?
Es muy importante no confundir el malestar emocional (ansiedad, depresión leve motivada por algo externo...) con los trastornos mentales graves (esquizofrenia, trastorno bipolar, TOC grave...) Lo que ha ocurrido es que la gente con malestar ha ido al sistema de salud pidiendo ayuda y afectado a los otros, que tienen más necesidad. A esta situación se suma que en la sanidad púbica hay un colapso y la demora en la asistencia es cada vez es mayor. Muchas personas que se lo pueden permitir acuden a la sanidad privada. Además, en el caso de la psiquiatría, tenemos una carencia de profesionales a nivel nacional. Los médicos del ‘baby boom’ ya nos vamos a jubilar pronto (el 21% de todos los psiquiatras) y no hay reemplazo. Cada año entran 250 con el MIR pero no son suficientes.
Aunque se ha mejorado mucho, y más tras la pandemia, ¿cree que aún sobrevuela un estigma sobre la salud mental?
En muchas ocasiones, el cine y la literatura han mostrado aspectos morbosos y clichés negativos de las personas con enfermedad mental. Debemos conseguir que no se sientan rechazadas e insistir en la prevención, que tiene muchas capas (hacer ejercicio, seguir una dieta saludable, ofrecer ayudas al desempleo, ofrecer un diagnóstico precoz, sobre todo a las personas con predisposición genética y síntomas...)
¿Y usted? ¿Por qué quiso ser psiquiatra?
No hay un motivo concreto, ni en mi familia hay ningún psiquiatra ni médico. Pero durante una rotación en la carrera, en el servicio de Psiquiatría de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), vi el grado tan intenso de sufrimiento que puede desarrollar el ser humano y me pareció muy interesante. Porque ese sufrimiento desencadena una forma peculiar de enfermar. A mi mujer y a mí, que éramos compañeros de clase, nos interesó muchísimo y los dos nos hicimos psiquiatras. No sabes lo que la vida te pone en tu camino. (Ni qué piedras físicas o mentales, reales o figuradas, hay que extraer para seguir viviendo).
¿Por qué hay que seguir insistiendo en esta idea? ¿Aún no está clara?
No. Nuestra sociedad fusionó hace dos años a la Sociedad Española de Psiquiatría y la Sociedad de Psiquiatría Biológica. Porque hay una tendencia social que niega que la enfermedad mental sea patología. Ante esta situación, nos agarramos a la biología, como ocurre con las enfermedades físicas.
¿Por qué la entidad incluye los términos de Psiquiatría y Salud Mental?
Porque no son lo mismo. La psiquiatría es la rama de la medicina que atiende la enfermedad mental. Y la salud mental es precisamente lo contrario, el estado óptimo. Por eso, tan importante como curar es prevenir para tener una buena salud mental.
¿Cómo se logra?
Hay que ver los factores de riesgo: predisposición genética, consumo de drogas y alcohol. También es muy importante seguir una buena alimentación y practicar ejercicio físico.
Además de la defensa de la psiquiatría, ¿qué otras labores desempeñan?
Promovemos el conocimiento, la formación de los 1.600 socios (psiquiatras que trabajan en España y especialistas españoles que lo hacen en el extranjero), organizamos congresos nacionales, cursos, grupos de trabajo, revistas específicas... Para mí es un honor que mis compañeros me hayan elegido como representante de la profesión.
DNI
Psiquiatra Manuel Martín Carrasco (Isla Cristina, Huelva, 1960) estudió Medicina en la Universidad de Navarra y se especializó en Psiquiatría. Casado con la también psiquiatra pamplonesa Ana Sala, son padres de dos hijos: Rocío (25 años, graduada en Derecho y ADE) y Manuel (24, graduado en Derecho y Filosofía). Acaba de ser nombrado presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, que agrupa a 1.600 especialistas
Defender que los trastornos mentales son enfermedades como las físicas y que, por lo tanto, deben ser atendidos en el sistema nacional de salud es el principal propósito de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, que desde este mes de diciembre preside el onubense Manuel Martín Carrasco, vecino de Pamplona y director médico de las clínicas de las Hermanas Hospitalarias en Navarra (Padre Menni en la Rochapea de Pamplona y Benito Menni, en Elizondo)