XXII Domingo del
Tiempo Ordinario, ciclo B (Mc 4,35-40)
Dios no quiere que sólo lo
reconozcamos por lo que puede hacer, sino por lo que es.
A
Jesús -en el evangelio de hoy- sí le importa que los discípulos no se hundan
con la barca, pero para Él es mucho más
vital que no perezcan para siempre. El aparente silencio, o en este caso
dormición, nos enseña que en esta vida hemos de volver constantemente a Cristo;
llamarlo a fin de que conduzca la barca de la Iglesia; llamarlo para que
despierte de nuevo en nuestro corazón por la fe.
(Fuente: revista Magníficat)
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