El reciente fallecimiento de Sor Seve ha hecho retroceder dos décadas a quien os dirige estas líneas.
Aquél lechugino entrado ampliamente en la veintena, topó con un colegio que algunos denominarían decimonónico, pero que para un recién llegado rezumaba acogida y ambiente familiar. Los medios eran escasos, pero las oportunidades enormes; con todo, de lo que no había ninguna duda era del ideario y carácter propio. No es mi propósito bombardearos con una sensiblera añoranza; pero la llegada de Sor Seve a la Casa del Padre, me ha se servido de revulsivo ante la lánguida resignación que a mi entender invade parte de nuestra labor educativa. Nuestro Colegio es sencillo, humilde, muchas veces vilipendiado y calumniado; no obstante es un colegio grande porque da cabida a todo el que lo desee. Este valor que lo levantó, no se debió a que quien lo impulsó fuera una mera "ONG piadosa".
Kathy Labouré
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