VIII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C ( Lucas 6, 39-45 )
El Jesús que devuelve la vista a algunos ciegos, también acusa a quienes no
creen en él de no querer ver. Esto puede resultar muy peligroso si uno se cree
capaz de conducir a otros y se erige en
intérprete autorizado o incluso en un exceso de orgullo, se dedica a corregir
los defectos de los demás sin replantearse mínimamente su propia coherencia.
Algunos de los ejemplos
puestos por Jesús pueden resultar pintorescos, e incluso cómicos, pero cuando
se dan en la vida entramos en lo trágico. Pensemos en los que, desorientados,
se han dejado engatusar por desaprensivos que los han separado de la Iglesia,
en los que han acabado en callejones sin salida porque su voluntad ha sido
aprisionada por la de otros, o en quienes, aficionados a la crítica acibarada e
incapaces de confiar en la gracia transformadora de Cristo, solo encuentran
consuelo en ir señalando los errores y limitaciones de los demás. Son
situaciones en las que podemos encontrarnos todos y es más fácil que eso suceda
si relegamos a Cristo y convertimos nuestra vivencia personal del evangelio en
criterio para todos.
https://lecturasmisa.wordpress.com/l-i-c-tpo-ordinario-2-9/#_DOMINGO_VIII_DEL_1
http://www.usccb.org/bible/readings/030225.cfm